La autora romántica encontró mucho para decir en torno a la adversidad que atraviesan sus personajes en "Ecos del fuego", desde la enfermedad y la dolencia a la inexorable vejez. Qué nueva historia se viene.
Por Paola Galano
La enfermedad, la vejez, el desamor y un incendio brutal que se describe en el arranque de la historia y que se replica en la destrucción de la catedral Notre Dame parecen guiar a “Ecos del fuego” (VeRa), la última novela de la escritora marplatense Laura G. Miranda.
Acaso el libro más arriesgado de la autora romántica, la novela está protagonizada por Elina Fablet, una mujer que padece una extraña dolencia, el Síndrome de Sjögren. Entre otros síntomas, la enfermedad le impide llorar.
En paralelo a la vida de Fablet, toda una galería de personajes visten la novela: mujeres sabias que buscan respuestas en espacios poco convencionales, ancianos y ancianas, varones que intentan otros modelos familiares y hasta mascotas abrevan en esta historia que vuelve a sostenerse en la necesidad del amor, de acuerdo a la estructura de su género.
“Ha sido un gran desafío”, responde la autora a LA CAPITAL al ser consultada sobre los riesgos que asumió al escribirla. “El giro esperanzador, la mirada positiva, la construcción de un cambio basado en decisiones que son recursos que utilizo tuvieron en ‘Ecos del fuego’ una fuerte limitación. La enfermedad de mi protagonista sería la misma al inicio del libro que al final, la vejez también. Ambas cuestiones con sus aristas bien definidas. Entonces, todo aquello en lo que creo encontró su lugar”, agregó.
Para la autora de novelas como “Volver a mi” y “Después del abismo”, las desventuras de estos nuevos personajes encerraron gran potecialidad. “Tuve señales que me indicaban todo lo bueno que hay para decir sobre la adversidad, a quedarme con lo mejor, para concluir que todo depende en gran medida de nosotros mismos a toda edad y frente a cualquier circunstancia”.
“¿Por qué la vejez?”, se preguntó. “Por su gran sabiduría, su humor, sus valores y en homenaje a todos los mayores que signaron y definen mi vida”. En tanto que la inclusión de esta enfermedad respondió a la necesidad de “visibilizar un síndrome poco conocido, creo que el primer paso para la inclusión bien concebida es el conocimiento”, observó.
-¿Por qué decidiste utilizar el fuego como un elemento que aparece siempre y que, por otra parte, es altamente simbólico?
-El fuego es un elemento extremo, puede salvar tu vida dándote calor o puede terminar con ella en circunstancias fatales. Es destrucción, pero también renovación, es luz. Lo elegí por su efecto transformador. Simbólicamente lo percibí como un modo de volver a empezar. La historia de Elina Fablet ya se escribía en mi cabeza con el incendio y sus consecuencias. Pensaba en eso cuando llegué a mi casa y las noticias informaban que ardían las agujas de Notre Dame. Entonces, la magia de la creatividad hizo su trabajo y en lugar de ver los hechos reales, yo vi toda la trama que enlazaría a mi protagonista con su pasado y ese presente.
-¿Cómo conociste el síndrome de Sjögren? ¿Por qué lo incluiste?
-Fue una señal. Un grupo de lectoras viajaron a Mar del Plata y me escribieron para saber si era posible encontrarnos. Coordinamos un encuentro. Una de ellas estaba muy emocionada y me dijo: “No puedo creer que estoy aquí con vos. Me dan ganas de llorar”. En ese momento, desde mi absoluta ignorancia le respondí que llorar de emoción era lindo y me contestó: “No puedo”. Me explicó sobre el Síndrome de Sjögren y sus muy variados síntomas entre los cuales se encuentra el no poder generar lágrimas. Me dijo: “Y lo peor es que nadie sabe que existe”. Sentí una puntada en el alma y entonces, ocurrió. Supe que podía hacer mi humilde aporte desde una ficción que lo visibilizara. Son miles de pacientes en el mundo los que esperan los ensayos clínicos que puedan darles una solución.
-Escribís: “El cuerpo siempre encontraba la manera de gritar su dolor”, para explicar acaso la tesis del libro, que las enfermedades tienen emocional. Eso es lo que le pasa a la protagonista. ¿Cómo llegás a esta idea?
-Defino este libro con la palabra “creer”. Llegó a esa idea de la mano de mis convicciones, de la vida misma, de los casos que conozco. En modo alguno esto implica desplazar a la medicina, pero creo que el ser es cuerpo, mente y energía. Desde esos pilares, nos corresponde a cada uno conectar con nuestra esencia y sanar vínculos. Tal y como he conversado con el Dr. Pablo Del Cid, quien lo explica en “Entrénate para ser feliz”, en las últimas décadas la ciencia ha probado la conexión entre la actividad de la mente, las emociones y la calidad de los pensamientos con la salud física. Hoy es imposible entender al ser humano como un ente compartimentalizado, dividido. Hoy sabemos que somos un todo y que todo lo que afecta al espíritu repercute en el cuerpo y viceversa.
-¿Como escritora romántica, repercute la movilización de las mujeres en la actualidad?
-No. No repercute, desde mi individualidad, siempre he creído en la voz de la mujer y en sus capacidades. Sí me encuentra muy permeable a escuchar los planteos y atender esos nuevos paradigmas cuando creo en ellos. De hecho, mi próxima novela, cuya publicación está prevista para este año, aborda la maternidad por elección.
-¿Qué te parece que es el amor romántico hoy, en el siglo XXI?
-Creo en el amor y el romance es parte de esa química que une personas entre sí, parejas o simplemente a nosotros con nuestro amor propio. Sin duda, el amor romántico del siglo XXI rompe con los estereotipos de otrora, pero no por eso deja de existir. Cada hombre que conecta con sus emociones, cada mujer que camina a la par del ser que ama, cada gesto que puede seguir siendo un ramo de flores o preparar la cena o ayudar los chicos con la tarea o un anillo, o todo eso o tal vez, nada de eso y otro montón de cosas, me siguen demostrando que el amor romántico existe y se potencia, aunque se transforme en otras actitudes. El amor gana siempre.
-¿Por qué decidiste escribir en lenguaje español neutro?
-No fue una decisión personal. Desde mi incorporación al Sello Vera de V&R Editoras, escribir en neutro se convirtió en mi lenguaje porque mis libros llegan a todos los países de habla hispana. Mi editorial tiene sucursal en México, desde allí y desde Argentina, mis novelas se exportan a Chile, El Salvador, Bolivia, Ecuador, entre otros. Además, con mucha gratitud y alegría te cuento que ya formo parte de los catálogos de V&R Brasil y V&R Europa.
-¿Qué estás escribiendo hoy, qué se viene?
-Entregué mi nueva novela, es un desprendimiento de “Volver a mí”. Plantea dos hilos conductores fuertes: la maternidad por elección, en un marco donde las mujeres que proyectan su vida sin hijos no deben ser cuestionadas. Sucede que cuando una mujer dice que está embarazada se la felicita y está muy bien que así sea si ha sido su deseo, pero no pasa lo mismo cuando otra dice que nunca los tendrá. Aquí se las señala o se habla de que no estarán completas, de que se van a arrepentir, que son raras, etc. Reconozco en ésta cuestión un nuevo paradigma, tan legítimo como lo es ser madre. Tengo dos hijos y los volvería a tener, pero en su momento no se me ocurrió plantearme una familia sin ellos. Algo cambió y sentí que había mucho para decir en favor de esa idea. El otro hilo conductor es el “después” en el amor. ¿Qué pasa después que dos personas deciden estar juntas? ¿después del beso? Cuando el libro termina, cuando la película nos deja tranquilos que han superado todo. Hay una vida mientras se ama y hay desacuerdos. Mis protagonistas no se conocen en el libro, la mayoría de ellos ya tienen su propia historia. Esta novela habla sobre cómo es seguir juntos o no hacerlo.
-¿Qué mirada tenés sobre la pandemia?
-Como concepto es una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países, mi mirada objetiva me indica la necesidad de análisis de situación, de medidas y de autocrítica. Sin embargo, mi mirada personal me enfrenta a mucha incoherencia respecto de la manera en que los hechos suceden. No encuentro la lógica que me gustaría y que el tema impone después de un año. Al comienzo, interpreté el encierro como un mensaje de que el mundo debía detenerse, simbólicamente nos obligaba a darle a cada cosa su real valor y a ordenar nuestras prioridades. Fue bueno. Los que lo entendimos así, evolucionamos, eso creo. Pero ha pasado mucho tiempo, no resisto las consecuencias actuales y ya no lo percibo como al principio. Por ahora la pandemia gana la pulseada contra la salud, pero hay muchos frentes que custodiar para que no se quede con la vida de los que no mueren infectados, pero están acorralados por múltiples aspectos de la misma situación.